Un hombre instaló una cámara de seguridad fuera de su casa y revisó el equipo para asegurarse de que funcionaba. Se alarmó al ver una figura fornida y vestida de negro en el patio. Observó detenidamente para ver qué hacía. Sin embargo, el intruso le resultaba conocido. Finalmente, se dio cuenta de que no era un extraño, ¡sino una grabación de sí mismo!
¿Qué veríamos su pudiéramos salir de nuestra propia piel y observarnos en ciertas situaciones? Cuando el corazón de David se endureció y necesitó una perspectiva externa —una perspectiva piadosa— sobre su relación con Betsabé, Dios envió a Natán al rescate (2 Samuel 12).
Natán le relató a David una historia de un hombre rico que robó la única oveja que tenía un hombre pobre, y la mató para comerla. Cuando Natán reveló que la historia representaba las acciones de David, este vio cómo había perjudicado a Urías. Aunque le explicó cuáles serían las consecuencias, lo más importante fue asegurarle a David: «el Señor ha remitido tu pecado» (v. 13).
El propósito de Dios al revelar el pecado en nuestra vida no es condenarnos, sino restaurarnos y ayudarnos a solucionar las cosas con aquellos a quienes hemos dañado. El arrepentimiento abre el camino para volver a acercarnos a Dios mediante el poder de su gracia y su perdón.