Su nombre era largo, pero más lo fue su vida. Madeline Harriet Orr Jackson Williams vivió hasta los 101 años. Madeline era mi abuela, y la llamábamos Momma. Mis hermanos y yo la conocíamos bien, ya que vivimos en su casa hasta que falleció su segundo esposo. Aun después, estaba a menos de 90 kilómetros de distancia de casa. Ella cantaba himnos, citaba versículos bíblicos, tocaba el piano, amaba al Señor, y su fe ha dejado una huella en nosotros.
Según 2 Timoteo 1:3-7, Loida, la abuela de Timoteo, y Eunice, la madre, ejercieron un enorme impacto en su vida. La vida y las enseñanzas de ambas estaban arraigadas en el suelo de las Escrituras (v. 5; 2 Timoteo 3:14-16), y finalmente, florecieron en el corazón de Timoteo. La crianza en las verdades de la Biblia no solo cimentó su relación con Dios, sino también su productividad en el servicio al Señor (1:6-7).
En la actualidad, como en la época de Timoteo, Dios utiliza mujeres y hombres para marcar a las generaciones futuras. El Señor puede usar poderosamente nuestras oraciones, palabras, acciones y servicio, tanto mientras vivimos como cuando ya no estemos. Por esta razón, mis hermanos y yo todavía practicamos cosas que Momma nos transmitió. Mi oración es que su legado no se termine con nosotros.