«Brilla, Brilla, estrellita» es una canción de cuna inglesa. Su letra, tomada de una poesía de Jane Taylor, capta la maravilla del universo de Dios, donde las estrellas cuelgan «en lo alto encima del mundo». En la casi desconocida última estrofa, la estrella actúa como una guía: «Mientras tu destello brillante y pequeño alumbra al viajero en la oscuridad».
En Filipenses, Pablo desafía a los creyentes a ser puros y sin mancha, a resplandecer «como luminares en el mundo» (2:15-16), presentando a todos la buena noticia del evangelio. ¿Cómo podemos brillar como las estrellas? A menudo, nos sentimos incapaces y nos parece imposible que nuestra «luz» brille lo suficiente como para marcar una diferencia. Pero las estrellas no tratan de ser estrellas. Simplemente, lo son. La luz cambia al mundo y a nosotros. Dios es quien puso luz física en nuestro mundo (Génesis 1:3); y a través de Jesús, trae luz espiritual a nuestra vida (Juan 1:1-4).
Los que tenemos la luz de Dios debemos brillar de tal manera que los demás la vean y sean atraídos a su fuente. Sin esforzarnos, nuestra luz hace una diferencia por lo que simplemente es: ¡luz! Al brillar «asidos de la palabra de vida» en un mundo sumido en la oscuridad, guiamos a otros a la fuente de nuestra esperanza: Jesús.