En el siglo xvii, Martin Rinkart sirvió como clérigo en Sajonia, Alemania, durante más de 30 años, en una época de guerra y plaga. Un año, estuvo al frente de más de 4.000 funerales —incluido el de su esposa—, y por momentos, su familia pasó hambre. Aunque podría haber desesperado, su fe en Dios permaneció fuerte y daba gracias continuamente. Incluso, derramó su gratitud en Nun danket alle Gott, la canción que se transformó en el conocido himno «De boca y corazón a Dios agradecemos».
Rinkart siguió el ejemplo del profeta Isaías, quien instó al pueblo de Dios a dar gracias en todo tiempo, aun cuando habían defraudado a Dios (Isaías 12:1) o los enemigos los oprimían. Debían siempre exaltar el nombre de Dios, haciendo «célebres en los pueblos sus obras» (v. 4).
Tal vez nos resulte fácil agradecer durante épocas de abundancia. Pero ¿podemos expresar gratitud a Dios en tiempos difíciles, como cuando extrañamos a alguien, cuando tenemos problemas financieros o en medio de algún conflicto con una persona cercana?
Hagámonos eco del pastor Rinkart, y unamos los corazones y las voces para alabar y agradecer: «Te ensalza nuestra voz, bendita Trinidad». Podemos cantar al Señor «porque ha hecho cosas magníficas» (v. 5).