En medio del caos de huir de su hogar durante los incendios de California en 2018, Gabriel, un estudiante del último año de escuela secundaria, se perdió la carrera a campo traviesa para clasificar a nivel estatal, para lo cual había estado entrenando cuatro años. Debido a las circunstancias, la junta estatal de deportes le dio otra oportunidad: tendría que correr solo y calificar por tiempo en la pista de una escuela rival con «zapatos comunes», porque sus zapatillas deportivas estaban en medio de los restos carbonizados de su casa.
Cuando Gabriel llegó a la «carrera», se sorprendió al ver a sus oponentes, que habían ido a llevarle los zapatos adecuados y a correr junto a él, para garantizar que mantuviera el paso necesario para clasificar.
Los rivales de Gabriel no tenían ninguna obligación de ayudarlo. Podrían haber cedido al deseo natural de cuidar sus propios intereses (Gálatas 5:13); sin duda, eso habría mejorado su posibilidad de ganar. Pero Pablo nos insta a exhibir el fruto del Espíritu en nuestras vidas; a servirnos «por amor los unos a los otros», y a demostrar «benignidad» y «bondad» (vv. 13, 22). Cuando buscamos la ayuda del Espíritu para no reaccionar según nuestros instintos naturales, podemos amar mejor a los que nos rodean.