Hace tiempo, organicé una excursión para estudiantes a una pista de obstáculos. Les indicamos que se pusieran el equipo de seguridad y escalaran una pared de dos metros y medio de altura. Los primeros animaban a cada escalador a confiar en el arnés y seguir avanzando sin mirar abajo. Pero una alumna tuvo miedo. «No puedo hacerlo, es imposible», dijo. Reafirmando la seguridad de su arnés, la animamos mientras ella trepaba y llegaba a la plataforma en lo alto.
Cuando enfrentamos problemas que parecen imposibles de superar, los temores y las inseguridades pueden causarnos dudas. La seguridad del poder, la bondad y la fidelidad de Dios crea un arnés sólido de confianza. Esta garantía alimentaba el valor de los santos del Antiguo Testamento (Hebreos 11:1-13, 39). Podemos ajustar nuestra manera de abordar los desafíos al mirar nuestras circunstancias con una perspectiva eterna, sabiendo que nuestras pruebas son solo temporales (vv. 13-16).
Concentrarnos en los caminos difíciles y las cumbres escarpadas de la vida puede llevarnos a dejar de creer que Dios nos ayudará a llegar a la meta. Pero al saber que está con nosotros, podemos controlar nuestra inseguridad mediante la fe, confiando que Dios nos ayudará a superar los obstáculos.