Lili, traductora de la Biblia, regresaba a su país en avión cuando la detuvieron en el aeropuerto. Le revisaron su teléfono celular, y cuando los oficiales encontraron una copia de audio del Nuevo Testamento, le confiscaron el teléfono y la interrogaron durante dos horas. En un momento, le pidieron que abriera la aplicación de la Biblia, que justo estaba en Mateo 7:1-2: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido». Al escuchar esas palabras en su propio idioma, uno de los oficiales se puso pálido. Al rato, la liberaron y no tuvo más problemas.
No sabemos qué sucedió en el corazón de ese oficial en el aeropuerto, pero estamos seguros de que la «palabra que sale de [la] boca» de Dios logra lo que Él desea (Isaías 55:11). Isaías profetizó estas palabras de esperanza al pueblo de Dios en el exilio, asegurándole que así como la lluvia y la nieve hacen que la tierra florezca y prospere, lo que «sale de [su] boca» también cumple sus propósitos (vv. 10-11).
Cuando nos enfrentemos a circunstancias severas, como Lili con los oficiales del aeropuerto, que podamos confiar en que Dios está obrando… aun si no vemos el resultado final.