Ashton y Austin Samuelson se graduaron de una universidad cristiana con un intenso deseo de servir a Jesús. Pero como no se sentían llamados a un ministerio tradicional en la iglesia, combinaron su carga por terminar con el hambre entre los niños con las habilidades empresariales que Dios les había dado, y abrieron un restaurante de tacos. Pero no es cualquier restaurante. Por cada comida que alguien compra, ellos donan dinero para proveer un alimento especialmente diseñado para suplir las necesidades nutricionales de niños desnutridos. Su objetivo es ir terminando con el hambre infantil, de a un taco a la vez.
Las palabras de Jesús en Mateo 10 son asombrosamente claras: la devoción se evidencia en acciones, no en palabras (vv. 37-42). Una de esas acciones es dar a «estos pequeñitos». En el caso de los Samuelson, se concentran en dar a los niños. Sin embargo, los «pequeñitos» no se limita a una edad cronológica. Cristo nos llama a dar a los pobres, los enfermos, los prisioneros, los refugiados y los que tienen algún tipo de desventaja. ¿Y dar qué? Bueno, Jesús dice «aunque sea un vaso de agua fría» (v. 42). Si algo tan pequeño y sencillo como un vaso de agua fría cuenta, seguro que un taco también.