El 30 de enero de 2018, Malcolm Alexander quedó libre después de 38 años de estar preso. Tras haber sostenido firmemente su inocencia en medio de una infinidad de procedimientos judiciales lamentablemente injustos, la prueba de ADN lo absolvió de culpa. No obstante, cuando salió, demostró una bondad enorme, al decir: «No puedes estar enojado. No queda suficiente tiempo para estarlo».

Las palabras de Alexander muestran una profunda bondad. Si por injusticia, nos robaran 38 años de vida y destruyeran nuestra reputación, sería probable que estuviéramos furiosos. Pero él, a pesar de haber soportado años angustiantes por las injusticias que le infligieron, no se dejó vencer por el mal. En lugar de gastar su energía tratando de vengarse, mostró la actitud que enseña Pedro: «no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición» (1 Pedro 3:9).

La Palabra de Dios avanza un paso más, cuando Pedro nos dice que en lugar de vengarnos, tenemos que bendecir (v. 9). Esto significa perdonar y desearles bienestar a los que fueron injustos con nosotros. Sin justificar sus malas acciones, podemos retribuirles con la misericordia singular de Dios. En la cruz, Jesús cargó el peso de nuestros pecados para que recibiéramos su gracia y la comunicáramos a otros; incluso a los que nos perjudicaron.