Desde 2006, un grupo de personas ha celebrado un evento inusual en torno al Año Nuevo. Se llama Día del adiós. Basado en una tradición latinoamericana, la gente escribe recuerdos desagradables y asuntos embarazosos del año que termina, y los tiran en una trituradora industrial. Incluso, algunos golpean con una maza el artículo al que quieren decirle adiós.
El escritor del Salmo 103 va más allá de sugerir que se diga adiós a los recuerdos desagradables. Él nos recuerda que Dios les dice adiós a nuestros pecados. En un intento de expresar el vasto amor del Señor por su pueblo, usó figuras del lenguaje, donde compara la extensión de ese amor con la distancia entre los cielos y la tierra (v. 11). Luego, habla del perdón de Dios en términos espaciales, diciendo que tan lejos como está el lugar donde sale el sol de donde se pone, así el Señor alejó los pecados de ellos (v. 12). El salmista quería que supieran que el amor y el perdón de Dios eran completos e infinitos. Los había liberado del poder de sus transgresiones, perdonándolos.
¡Qué buena noticia! No tenemos que esperar hasta Año Nuevo para experimentar el Día del adiós. Por medio de la fe en Jesús, Él dice adiós a nuestros pecados y los arroja a lo profundo del mar. ¡Hoy puede ser tu Día del adiós!