No lleva mucho tiempo darse cuenta de que la moda hoy es tatuarse. Algunos tatuajes son tan pequeños que apenas se notan. Pero otros —desde atletas y actores hasta personas comunes— optan por cubrirse el cuerpo con tintas, palabras y diseños multicolores. La tendencia parece haber llegado para quedarse; una tendencia que dio ganancias por 3.000 millones de dólares en 2014… más otros 66 millones para remover tatuajes.
Al margen de lo que pensemos de los tatuajes, Isaías 44 habla metafóricamente sobre personas que escribían algo en sus manos: «Del Señor soy» (v. 5 lbla). Este «autotatuaje» es el clímax de todo un párrafo que habla del cuidado de Dios por sus escogidos (v. 1). Ellos podían contar con su ayuda (v. 2), y sus tierras y descendientes estaban señalados para recibir bendición (v. 3). Tres palabras simples pero poderosas —«Del Señor soy»— reafirmaban que el pueblo de Dios sabía que era posesión de Él y que el Señor lo cuidaría.
Todo aquel que llega a Dios por la fe en Jesucristo puede decir con confianza: «Del Señor soy». Somos su pueblo, sus ovejas, su descendencia, su herencia, su morada. Aunque no tengamos marcas externas o tatuajes, tenemos el testimonio del Espíritu Santo de que le pertenecemos (ver Romanos 8:16-17).