El clima afuera era amenazador, y había alerta de inundación. Una cantidad inusual de autos estaban estacionados en mi barrio, ya que los padres iban a buscar a sus hijos a la parada del autobús escolar. Cuando el autobús llegó, había empezado a llover. Entonces, observé a una mujer que salía del coche y sacaba un paraguas del baúl. Caminó hacia una niña y se aseguró de que estuviera protegida de la lluvia hasta que regresaron al auto. Fue un hermoso cuadro «en tiempo real» del cuidado protector de un padre, que me recordó el cuidado de nuestro Padre celestial.
El profeta Isaías le pronosticó al pueblo de Dios castigo por la desobediencia, pero seguido de días brillantes (Isaías 40:1-8). El anuncio celestial desde el monte (v. 9) les aseguraba a los israelitas la presencia y el cuidado poderoso de Dios. La buena noticia —entonces y ahora— es que, por el poder y la autoridad soberana de Dios, los corazones ansiosos no tienen que temer (vv. 9-10). La protección del Señor es como la fe en un pastor (v. 11): las ovejas vulnerables están seguras en los brazos del Pastor, quien las guía con ternura.
En nuestro mundo complicado, estas imágenes nos impulsan a confiar en el Señor. Los que confían en Él de todo corazón hallarán seguridad y fuerzas renovadas (v. 31).