En el libro Dios en el banquillo, el autor C. S. Lewis describe la clase de personas con las que nos resulta difícil llevarnos bien. El egoísmo, el enojo, los celos u otras particularidades suelen sabotear nuestra relación con ellas. A veces, pensamos: La vida sería mucho más fácil si no tuviéramos que batallar con personas tan difíciles.
Después, Lewis invierte las cosas y nos hace ver que estas son las frustraciones que Dios tiene que soportar con cada uno de nosotros día tras día. Escribe: «Tú eres esa clase de persona. Tienes una falla terrible en tu carácter. Todas las esperanzas y los planes de los demás han naufragado una y otra vez en tu carácter, tal como tus esperanzas y planes lo han hecho en el de ellos». Esta conciencia de nuestra condición personal debe motivarnos a tratar de aplicar la misma paciencia y aceptación hacia los demás que Dios nos muestra diariamente.
En Efesios, Pablo nos exhorta a armarnos «con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor» (4:2), y a aplicarlo en nuestras relaciones interpersonales. La persona paciente está mejor capacitada para tratar con otra que es difícil, sin que esto le provoque enojo ni deseos de vengarse. Por el contrario, puede soportar y actuar con consideración a pesar del comportamiento desagradable de los demás.
¿Hay personas difíciles en tu vida? Pídele a Dios que muestre su amor a través de ti.