Cuando necesité un cerrajero para poder entrar en mi automóvil, tuve una sorpresa agradable. Después que llegó y empezó a abrir la puerta de mi pequeño Ford, comenzamos a charlar, y reconocí su acento cálido y familiar.
Resultó ser que mi rescatador era de Jamaica, un país que he visitado con frecuencia y aprendido a amar. Esto convirtió una situación negativa en algo positivo. En cierto modo, nos sentíamos como hermanos por el amor que compartíamos hacia esa hermosa nación insular.
Esto me indujo a pensar en una camaradería aun mayor: el gozo de conocer a alguien y descubrir que también cree en Cristo.
En algunos lugares, esto es común porque hay muchos creyentes en Cristo, pero, en esas tierras donde no hay tantos, el gozo de encontrarse con alguien que ama a Jesús es mayor. ¡Emociona compartir juntos la asombrosa realidad de la libertad del pecado que tenemos en Cristo!
Para todos los que han aceptado a Jesús como Salvador, hay un vínculo compartido, una unidad en Él (Gálatas 3:28), una comunión gozosa que puede iluminar el día más oscuro. Alabemos a Dios por ese sentir que une a todos los que Él ha salvado.