Usain Bolt y Yohan Blake, de Jamaica, hicieron historia cuando terminaron primero y segundo, respectivamente, en las carreras de 100 y 200 metros para hombres en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. A pesar de su rivalidad en la pista, Bolt elogió a Blake como compañero de entrenamiento: «A través de los años, Yohan me ha convertido en un mejor deportista. Sin duda, me ha incentivado y mantenido en actividad constantemente». Es evidente que ambos se estimularon mutuamente para destacarse en el atletismo.
Como creyentes en Cristo, tenemos el privilegio y la responsabilidad de alentarnos unos a otros en la fe. El escritor de Hebreos declaró: «Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras» (Hebreos 10:24).
La iglesia no es simplemente una institución o un club social, sino el lugar donde los que nos acercamos a Dios y fuimos lavados del pecado podemos ayudarnos unos a otros a crecer en nuestra semejanza a Cristo. El propósito de reunirnos como cuerpo es exhortarnos e incentivarnos mutuamente (vv. 19-25).
Ningún creyente puede funcionar solo. Para vivir como nuestro Señor Jesús desea, es necesario que los creyentes estén en comunión. Cuando te reúnas con otros hijos de Dios, piensa cómo puedes acercarte y alentar con tus palabras y acciones, para que nos parezcamos más al Cristo que amamos y servimos.