Simón había emigrado de Holanda a los Estados Unidos, donde habían nacido su esposa Kay y sus tres hijos. Allí, Jenny se casó con Roberto, de Panamá; Bill con Vania, de Portugal; y Lucas con Bora, de Corea del Sur.
La víspera de Navidad, cuando la familia se reunió para celebrar, empezaron a cantar «Noche de Paz» en sus idiomas nativos; sin duda, un sonido agradable al oído del Señor de la Tierra, mientras se celebraba el nacimiento de su Hijo.
Hace 2.000 años, el silencio de una noche tranquila cesó abruptamente cuando un ángel les dijo a los pastores que había nacido un bebé: «No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo» (Lucas 2:10). Después, una multitud de ángeles empezó a alabar a Dios, exclamando: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (v. 14). ¡Nació el Salvador del mundo, Cristo el Señor!
El regalo de la gracia de Dios, su Hijo, que se anunció aquella noche de paz hace tanto tiempo, todavía está a disposición de todos: «todo pueblo y nación» (Tito 2:11-14; Apocalipsis 5:9-10). «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eternal» (Juan 3:16).