El historiador de arte Seymour Slive describió al gran pintor holandés Rembrandt (1606-1669) como el maestro de la luz y sombra, un inspirador narrador de historias plasmadas en telas. Su cuadro La adoración de los pastores presenta el oscuro establo de Belén, donde dos pastores aparecen arrodillados junto al pesebre, mientras que otras personas están de pie, más alejadas. Un hombre sostiene una lámpara, pero la luz más brillante no sale de allí, sino del niño Jesús, e ilumina a todos los reunidos cerca de Él.
Siete siglos antes del nacimiento de Jesús, Isaías utilizó una imagen de luz y sombra para predecir la venida de un Salvador para Israel: «El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos. […]. Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado…» (Isaías 9:2, 6).
Cada persona puede ver una historia diferente en la pintura de Rembrandt, pero tal vez todos estemos de alguna manera representados en aquel establo. ¿Estamos arrodillados adorando, de pie a cierta distancia y vacilantes, o escondiéndonos de la luz que ha penetrado nuestra oscuridad?
La Navidad nos invita a salir de las sombras de las tinieblas y permitir que la luz de Cristo brille en nuestro corazón.