La historia del rebelde profeta Jonás nos muestra el deseo de Dios de utilizar tanto las bendiciones como las pruebas para desafiarnos y hacernos mejores. El libro de Jonás menciona cinco veces que el Señor preparó las circunstancias, tanto buenas como malas.
En Jonás 1:4, leemos que Dios envió una tormenta: «el Señor hizo levantar un gran viento en el mar, y hubo en el mar una tempestad…». Cuando los marineros descubrieron que el culpable de la tormenta era el profeta, lo arrojaron por la borda (1:15). Entonces, el Señor «tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás» e impedir que se ahogara (1:17).
Más adelante, el libro declara que «preparó el Señor Dios una calabacera» para que le diera sombra (4:6). Después, vemos que dispuso que un gusano secara la planta, y que un viento y un sol abrasadores azotaran a Jonás (4:7-9). Estas circunstancias fueron utilizadas para manifestar la actitud rebelde del profeta. Solamente entonces, Dios pudo confrontar en forma directa el problema en el corazón de Jonás.
Cuando enfrentamos diferentes situaciones, debemos recordar que Dios es soberano, tanto sobre las bendiciones como sobre las dificultades que se presentan en nuestro camino. Él desea utilizar todas las circunstancias para desarrollar nuestro carácter (Santiago 1:1-5); emplea todo, lo bueno y lo malo para transformarnos y guiarnos en nuestro camino.