Para mí, la comida es más que una necesidad; ¡es una parte de la vida que disfruto enormemente! Me encanta sentarme a comer un plato bien preparado, en especial, cuando tengo mucha hambre. Me imagino que los discípulos estaban hambrientos cuando volvieron al pozo donde Jesús estaba hablando con la mujer samaritana. Le rogaron: «Rabí, come» (Juan 4:31). ¿Qué respondió Él?: «Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis» (v. 32), lo cual hizo que se preguntaran si alguien ya le había llevado algo para comer (v. 33).
Me pregunto si los discípulos estaban tan preocupados por la comida que no pudieron percibir lo que sucedía. No entendieron lo que pasaba junto al pozo. Para Jesús, lo más importante era «[hacer] la voluntad del que me envió, y [acabar] su obra» (v. 34). Estaba concentrado en las necesidades espirituales de esa mujer que precisaba desesperadamente lo que solo Él podía darle.
Es fácil preocuparse por las necesidades del momento. Sin embargo, Cristo nos invita a ir más allá de nuestros intereses —nuestro «pequeño almuerzo»— y abrir los ojos ante el alma de aquellos que buscan respuestas para sus necesidades más profundas.
Entonces, únete a Jesús junto al pozo y permite que te utilice para contarles a otros sobre el alimento espiritual que únicamente Él puede dar.