“La fama es imposible de entender. Es imposible ir de un lado a otro encima de una alfombra roja y que haya gente que te pide autógrafos a cada paso y entender las razones”.
La actriz Renée Zellweger pronunció esas palabras muy poco tiempo después de ser premiada con el globo de oro por su interpretación en “Persiguiendo a Betty”.

Cuando comenzó en el mundo del cine, todos le dijeron que tenía que cambiar su apellido por razones de marketing, ya que con el que tenía “no iba a llegar a ningún lado”.

Ella no quiso, porque quería ser ella misma y demostró que eso era lo que tenía que hacer.

Fama, poder, apariencia… Dice un proverbio danés que la adulación es como nuestra sombra, no nos hace ni más grandes ni más pequeños, simplemente refleja lo que somos. Aún así, muchos viven buscando esa fama, ese poder, y la ostentación de una apariencia que les haga sobresalir por encima de los demás.

La gente se fija en las apariencias, Dios se fija en el corazón…. Dios escoge a los débiles, a los despreciados, a los que aparentemente no tienen valor. Dios es el Dios de los débiles, Dios ama a aquellos que casi todos desprecian.

El mundo es de los vencedores, pero Dios ama a aquellos que no han tenido ninguna oportunidad, a los olvidados y marginados.

Muchos viven queriendo ser números uno permanentemente, y ese es el único sentimiento que da significado a su existencia. Quizás no piensan ser el número uno en las listas de éxitos, pero sí en su trabajo, su posición social, su carrera… Grave error. Si puedes llegar al número uno, bien, pero eso no debe ser el sentido de tu vida. Dios nos ha hecho a cada uno de nosotros únicos y especiales, no tenemos necesidad de demostrar nada.

Para Dios sí que somos los números uno, porque El nos ama por completo a cada uno de nosotros.

Si buscamos nuestro significado como personas en cualquier otra cosa, vamos a tener problemas. Si mi vida tiene sentido sólo cuando los demás aprecian lo que hago, voy a tener problemas. Si solamente encuentro felicidad en lo más alto de la «escalera», mi existencia vale muy poco.

Sin embargo, si nuestra vida descansa en el amor del Creador, el pasado, el presente y el futuro son nuestros amigos. Luchamos si, pero no para dejar a otros por debajo nuestro, sino para hacerlos felices., mientras nosotros lo somos también. Porque no tenemos dudas en cuanto a sentirnos seguros, tranquilos, apreciados y queridos. Dios hace todo eso por nosotros. Y lo hace muy bien, mejor que nadie.

Jaime Fernández es escritor, músico y director del programa «Nacer de Novo» (TVG)