Cuando Thomas Gallaudet se graduó del seminario en 1814, había planeado convertirse en predicador. Sin embargo, su llamado al ministerio tomó un giro inesperado cuando conoció en su vecindario a Alicia, una nena de nueve años que era sorda. Gallauder empezó a comunicarse con ella escribiendo palabras con un palo en la tierra.
Ayudar a Alicia lo motivó a hacer lo mismo con otros. Después de consultar con expertos en educación para sordos en Europa y en los Estados Unidos, perfeccionó un sistema ampliamente conocido hoy como «lenguaje de señas» (el mensaje se transmite con las manos). Con el tiempo, fundó la Escuela Estadounidense para Sordos.
Esta escuela para hipoacúsicos incluía un currículo cristiano que comunicaba el evangelio y enseñaba la verdad bíblica. Gallaudet había respondido al llamado a predicar… pero para aplicarlo a un grupo sumamente especial de personas. Compartió el evangelio mediante el lenguaje de señas.
Tal como lo hizo él, nosotros también debemos compartir la Palabra de Dios de diversas maneras, para que otros puedan entenderla. De lo contrario, «¿cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?» (Romanos 10:14). ¿De qué forma quiere Dios que alcances a quienes te rodean?