Hace años, y debido a circunstancias más allá de mi control, perdí mi trabajo en la profesión que había escogido. Por eso, acepté dos empleos de menor salario para tratar de llegar a fin de mes. Aun así, seguía siendo muy difícil ganar suficiente dinero para pagar los gastos mensuales.
Entonces, volví a conectarme con Joel y David, dos antiguos amigos. Joel se había convertido en pastor de una creciente iglesia de los suburbios. David era misionero en el exterior, pero, en ese momento, estaba de visita en los Estados Unidos. Ambos reconocieron el aprieto en que estaba y me dieron dinero para ayudar a pagar el alquiler. Eso me conmovió profundamente. Al pensar en lo que habían hecho mis amigos, me decía: «¡Acabo de ver a Jesucristo!».
Así como vi a Jesús en mis amigos, los demás pueden a veces ver al Señor en nosotros. Pablo habla de «… Cristo en vosotros, la esperanza de gloria» (Colosenses 1:27). Además, declaró: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí…» (Gálatas 2:20). También entendió que las diversas circunstancias pueden ser oportunidades para que «… la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos» (2 Corintios 4:10).
¿Conoces a alguien que esté enfrentando necesidades físicas o económicas? ¿Por qué no permites que el Cristo que mora en tu interior exprese su amor supliendo las necesidades de esa persona a través de ti?