Confesión auténtica: Cuando me enteré de que el astronauta Rex Walheim llevaría un ejemplar de Nuestro Pan Diario al espacio en la última misión de la nave espacial Atlantis, me anticipé para ver qué devocionales había escrito yo y que él hubiera leído. La idea de que mis palabras se leyeran en el espacio exterior parecía algo bastante fascinante para esta muchachita provinciana.
Sin embargo, en cuanto satisfice mi curiosidad, me vino a la mente otro pensamiento. ¿Por qué lo considero tan importante? Mis palabras se oyen en los lugares celestiales cada vez que oro. ¿Qué ha pasado conmigo para dar por sentado que el Dios que creó el universo escucha lo que digo? En Cristo, puedo acercarme al Padre con libertad y confianza (Efesios 3:12). ¿Por qué me maravilla más que un ser humano lea lo que he escrito en lugar de asombrarme ante la realidad de que el Dios todopoderoso oye mis oraciones?
Si esta idea no es suficiente para sacarme de mi autosuficiencia, también está esto: El Señor está utilizando a su Iglesia para dar a conocer su sabiduría a «los principados y potestades en los lugares celestiales» (v. 10). Piensa en esto: Dios no solo oye nuestras oraciones, sino que también utiliza criaturas terrenales como nosotros para enseñarles a los seres celestiales el plan de la redención que llevó a cabo por medio de Cristo. ¡Esto sí que es importante!