Me encanta jugar al golf; por eso, a veces veo vídeos instructivos. Sin embargo, uno de ellos me decepcionó: el profesor presentó un swing que tenía al menos ocho pasos y una docena de subdivisiones dentro de cada uno de ellos. ¡Es demasiada información!
Si bien no soy un gran golfista, los años de haber jugado me enseñaron lo siguiente: Cuanto más piensas en el instante en que das el golpe, menos probabilidades tienes de que te salga bien. Hay que simplificar el proceso mental y enfocarse en lo más importante: un firme contacto con la pelota. Los numerosos pasos del instructor son un estorbo en el camino.
En el golf y en la vida, debemos centrar nuestra atención en las cosas que más importan.
En Filipenses 3, Pablo describe cómo se relaciona esto con el creyente. En lugar de distraerse en cuestiones menos significativas, quería concentrarse en aquello que era más trascendental. Dijo: «… una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (vv. 13-14, énfasis agregado).
«Una cosa hago». En un mundo de distracciones, es vital que los hijos de Dios no pierdan el foco, y no hay mejor lugar en el universo donde centrar la atención que en el mismo Señor Jesucristo. ¿Es Él lo que más te importa en la vida?