En enero de 2010, como consecuencia del devastador terremoto en Haití, las escenas de destrucción y de muerte solían interrumpirse cuando sacaban a una persona viva de entre los escombros, aun después que había desaparecido toda esperanza. El alivio y las lágrimas de alegría eran seguidos por una profunda gratitud hacia aquellos que habían trabajado contrarreloj, a menudo arriesgando sus propias vidas para darle a otra persona una oportunidad de seguir viviendo.

¿Cómo te sentirías si te sucediera a ti? ¿Alguna vez te rescataron?

En Colosenses 1, Pablo les escribió a personas que habían conocido a Jesucristo como Salvador y cuyas vidas daban pruebas de su fe. Después de asegurarles que iba a orar por ellos para que conocieran la voluntad de Dios y agradaran al Señor, el apóstol usó una poderosa imagen para describir lo que Él había hecho por todos ellos: «el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados» (vv. 13-14).

¡En Cristo, hemos sido rescatados! Él nos ha trasladado del peligro a la seguridad; de un poder y un destino a otro; de la muerte a la vida.

Vale la pena meditar en todo lo que significa para nosotros ser rescatados y darle gracias a Dios por Su gracia y poder.