Margaret Laird y su esposo habían dejado los EE.UU. y
estaban sirviendo por una segunda temporada misionera
en el África. Otra misionera que estaba embarazada los
visito, y Margaret la asistió en el parto y cuidó de la madre y el
bebé por más de un año. Se necesitaba de agua de harina de
avena y de jugo de ciruelas pasas para diluir la leche de cabra
para el biberón del bebé. Así que Margaret le dio a la madre su
propio suministro de harina de avena y ciruelas pasas.
Más tarde, cuando el bebé de Margaret nació y también
tenía que alimentarse con biberón, ella ya no contaba con sus
suministros, y al bebé Clifford no le estaba yendo bien con la
leche sin diluir.
¿Y ahora qué? Margaret no estaba en los EE.UU. donde
fácilmente habría podido conseguir más harina de avena y
ciruelas pasas para su bebé. Era 1931 y ella se encontraba en
medio del África.
Por esa época, la mujer a la que había cuidado pasó por allí.
Estaba de camino a una ciudad a 120 kilómetros de distancia y
ofreció comprarle suministros. Obviamente, la harina de avena y
las ciruelas pasas estaban a la cabeza de la lista de compras de
Margaret. La mujer se burló, «Sabías que ibas a tener un bebé.
Debiste haber pedido estas cosas de los EE.UU. Sabes muy bien
que nunca encontraré esas cosas en Bambari.»
Margaret estaba tan disgustada por la insensibilidad de esta
mujer que no pudo hablar. Ella había regresado de los EE.UU.
preparada, ¡pero le había dado toda la harina de avena y las
ciruelas pasas al bebé de esta mujer! Devastada, Margaret comenzó a
desahogarse delante del Señor: «Señor, Tú sabes todo acerca de
esto. Sé que puedes proveer para mis hijos — aun en el corazón
del África.»
Todavía estaba de rodillas cuando su esposo la llamó desde
otra habitación. Le presentó a dos hombres de un campamento
minero portugués del extremo norte del país. Uno de ellos dijo,
«Sra. Laird, nosotros recibimos todas nuestras provisiones de
Bélgica, y cada mes nos envían latas de harina de avena, ciruelas
pasas secas y cocoa que ninguno de nosotros jamás usa. ¿Los
aceptaría para sus hijos?»
Dios había provisto para Margaret antes de que ella hiciera su
petición. Cuando clamamos a Él recibimos «misericordia, y
hallamos gracia para la ayuda oportuna» (Hebreos 4:16). —SF