En casi cada página de las Escrituras nos encontramos con
personas justo como nosotros. Tomemos a Elías. Leemos
que era «un hombre de pasiones semejantes a las nuestras»
(Santiago 5:17). En 1 Reyes 19, leemos que el profeta estaba
recuperándose de una enorme victoria y se había desanimado
profundamente en tres simples pasos.

Paso # 1: Insistió en estar solo. Físicamente exhausto y
emocionalmente gastado, Elías dejó fuera lo que más necesitaba
— personas que lo amaran, lo apoyaran, y que lo hicieran ver
la realidad.

Paso # 2: Se centró en lo negativo. Solo, Elías perdió su noción
de la verdad. Pensó, Sólo yo he quedado. (No, no era así). No he
logrado nada. (Dios había hecho cosas asombrosas por medio de
él). He desperdiciado mi vida entera. (La autocompasión había
reemplazado al gozo).

Paso # 3: Se olvidó de la provisión de Dios. ¿No era éste el mismo
tipo que había matado a 450 falsos profetas y había arrasado con
la idolatría en Israel tan sólo un par de días antes? Elías había sido
la herramienta de Dios en lo milagroso, pero ahora eso
simplemente estaba en su espejo retrovisor.

He aquí la buena noticia — Elías no permaneció desalentado.
Se encontró con Dios y lo dejó que le cambiara la perspectiva.
Puede que tú necesites lo mismo. Si estás desalentado:
Deja que Dios te confronte. Dios encontró a Elías en una
cueva y le preguntó, Elías, ¿qué estás haciendo aquí? A pesar de
las malas excusas de Elías, Dios no estuvo molesto ni fue
sentencioso con él; simplemente le ministró gracia.
Deja que Dios se ocupe de ti. Dios dijo, Ve y párate afuera.
Protegido contra un terremoto, un vendaval, y el fuego, Elías
escuchó a Dios susurrar, Soy yo, Elías. Puedes confiar en mí. Dios
luego envió alimento y proveyó descanso para rejuvenecer el
cuerpo y el alma de Elías.

Haz de inmediato lo que Dios dice. Dios le dio entonces
instrucciones específicas a Elías. Levántate. ¡Vuelve a la cancha! Él
hizo de inmediato lo que Dios le pidió.
Aprieta el paso en fe y deja el desaliento detrás. Dios se
encuentra con personas como nosotros en nuestro momento
de mayor necesidad. Pero, en Su gracia, no nos deja en esa
condición. —JM