Jesús estaba en Jerusalén para la Fiesta de los Tabernáculos, la
celebración de siete días descrita como la temporada más
festiva del antiguo año hebreo. Uno de los ritos diarios del
festival era la iluminación de las lámparas. Cada tarde, al caer el
sol sobre las Colinas y las sombras se arrastraban por toda la
Ciudad Santa, se iluminaban cuatro lámparas en el templo.
Las antorchas representaban el pilar de fuego en el que
Dios habitaba cuando guió a Su atribulado pueblo a través del
árido desierto. Pero la noche final del festival, la lámpara central
no estaba iluminada. Permanecía silenciosa y oscura — un
recordatorio a los adoradores de que la redención y salvación
finales de Israel todavía no se habían experimentado. La
oscuridad todavía tenía que soportarse. Todavía buscaban al
Mesías, la Luz verdadera.

Fue en este escenario donde Jesús se levantó y dijo las
increíbles palabras, «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no
andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12).
Al colocarme en el festival . . . parado en medio de la
multitud . . . escuchando las palabras de Jesús, mi corazón se
reconforta. Semejante gracia. Éstos son algunos de los mejores
«momentos con Jesús.»

Sin embargo, veo otro tema en las palabras de Jesús, al
cual no me había acercado tan pronto. Es el llamado inequívoco
de Jesús a la obediencia. Las palabras que cálidamente me
prometieron que «no andaría en tinieblas» se relacionan con las
que declaran, «El que me sigue.» La obediencia que se requiere es
recibir humildemente a Jesús como el Mesías, Aquél que vino de
Dios para redimir a la humanidad. Seguir es ser un discípulo —
estar en el camino de entregarle nuestro corazón y nuestra pasión
al Redentor. Ésta es una vida de obediencia a Él y la libertad de la
miseria de las tinieblas.

Por naturaleza no quiero rendirme. Pero hay alguien a quien
con toda razón se le llama Dios, y la obediencia a Él es la única
respuesta correcta. La creencia de C. S. Lewis suena cierta: «Existe
un Ser tan intrínsecamente autoritario que la obediencia es el
asunto esencial de todo ser humano.»
¿Lo seguirás en obediencia? —Winn Collier, Carolina del Sur.
Escrito por un amigo lector de Nuestro Andar Diario.