La obediencia es la llama de importancia crucial que enciende
la libertad de Jesús y que la hace una realidad. La libertad de
Jesús fue nuestra en el momento que lo recibimos como
Salvador; pero si este don interno no se da a conocer
externamente por medio de la obediencia, puede que nunca
lo experimentemos.

Sólo el Señor posee la verdadera libertad. Cuando recibimos
a Jesús como Salvador, recibimos Su Espíritu liberador. Pero
debemos entender que la libertad jamás deja los límites de Su
Espíritu. Por lo tanto, nuestra liberación se expresa como una
realidad sólo en las facetas de nuestras vidas donde se desata el
Espíritu liberador de Dios. Somos libres cuando —y sólo cuando—
Él tiene el control.

Reflexiona en las palabras de 2 Corintios 3:17, «Ahora bien,
el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Senor, hay
libertad.» La libertad y el señorío son socios inseparables en
la vida del creyente. Cuando leemos que la libertad puede
encontrarse dondequiera que está el Espíritu del Señor, podemos
tomarlo literalmente.

La libertad se hace realidad cuando nos rendimos a la
autoridad de Dios. Nuestra llenura con el Espíritu dependerá en
la medida en que estemos rendidos al señorío de Dios. Aunque el
Espíritu siempre está en nosotros, sólo satura las partes de nuestras
vidas donde Él tiene autoridad. La libertad fluye donde el Espíritu
del Señor se desborda.

Este punto saca a colación una pregunta interesante. ¿Alguna
vez has notado que puedes experimentar libertad en una parte de
tu vida y permanecer en esclavitud en otra? Algunas veces le
permitimos a Dios que tenga total autoridad sobre un área
mientras que se la negamos sobre otra.

¿Cómo, entonces, podemos ser totalmente liberados? ¿Podemos
estudiar la Palabra de Dios hasta que finalmente experimentemos
libertad? ¿Podemos orar por nuestra propia libertad? ¿Podemos
reprender al enemigo de una manera tan absoluta que
experimentemos la libertad? No. Sólo entregando toda nuestra
vida a la autoridad de Dios es que experimentaremos libertad
total. La libertad se encuentra sometiéndonos a Él. —BM