Piensa en el potencial de la división que está presente en la
diversidad de nuestros dones espirituales. Alguien que posee
el don de la misericordia encuentra difícil lidiar con el don
profético que ve el pecado tan claramente y exige que las
personas se esfuercen o se rindan del todo. La persona
misericordiosa sufre con los caídos; al profeta le repugna la
aparente suavidad sobre el pecado que se refleja en el que da
misericordia. Los líderes visionarios a menudo se irritan con
aquéllos que tienen dones de administración. A los
administradores les encantan los detalles; hacen las preguntas
difíciles y se les puede considerar como una obstrucción para el
visionario, cuya principal preocupación es el resultado. Los
maestros les encuentran a los exhortadores el defecto de carecer
de profundidad de contenido; los exhortadores les encuentran a
aquéllos con el don de la enseñanza el defecto de ser aburridos,
cognoscitivos y tediosos.
Sin embargo, en Jesús aprendemos que cada don necesita del
otro en una relación complementaria, para que se puedan vencer
las debilidades y se puedan magnificar las fortalezas. Pablo nos
enseñó en 1 Corintios 12 que Jesús es la cabeza y nosotros somos
el cuerpo. Él usa cada parte del cuerpo para que pueda hacer el
trabajo que se le pone delante. ¿Puedes imaginar si todo el cuerpo
fuera un ojo? ¡Trata de prever un montón de globos oculares
rodando a la iglesia y dejándose caer sobre los bancos!
Las personas misericordiosas necesitan de los profetas para
fortalecer sus opiniones de la verdad y el pecado. Los profetas
necesitan que los misericordiosos les enseñen acerca de la
compasión. Los líderes necesitan de los procesadores — sin ellos
nada llegaría jamás a hacerse completamente o bien. Y los
administradores necesitan que los líderes les den un objetivo que
administrar. Los ayudadores necesitan que los analíticos les
enseñen acerca de ayudar donde la ayuda es importante y que
los salven del agotamiento del compromiso excesivo. Los
analíticos necesitan de ayudadores agresivos que les enseñen a
ocuparse en las vidas de los demás.
Jesús nos ha formado a cada uno de nosotros de una manera
única para avanzar Su causa . . . juntos. —JS