¿Alguna vez te preguntas, ¿Hacia dónde va mi vida? ¿De qué se trata todo esto? Todo corazón anhela un significado. Todos buscan la realización. Pero el verdadero descubrimiento de la vida y del gozo comienza de rodillas ante Jesús como el Señor.
¿Qué significa eso? Bueno, eso depende del lado de la línea en que te encuentres. Sí, hay una línea. Ésta corre a través de toda la eternidad entre el cielo y el infierno. La gente en la tierra trata de estar con un pie aquí y otro allá — pero no es así en la eternidad.
Triste decirlo, no todos van a ir al cielo. Pero sígueme por un minuto y puedes estar seguro que sí irás. Para que conozcas la vida y el gozo y la realización, y para tener la certeza que el cielo es tu destino eterno, debes inclinarte ante Él y reconocerlo como el Señor de tu propia vida. Aunque no es fácil, es tan simple como A-C-C:
A— Acepta el hecho de que eres un pecador. Eso no debe ser difícil – si tienes dudas, pregúntale a tu familia. Romanos 3:23 dice, «por cuanto todos pecaron.» Así que todos estamos bajo la justa condenación de un Dios santo. Si murieras en este momento sin el Señor, irías al infierno. Pero Dios ha provisto una manera para que escapes a ese destino por medio de Su Hijo, Jesús.
C— Cree que Jesús murió para pagar el castigo por tu pecado. Jesús vivió una vida perfecta, murió en una cruz, y pagó el precio por tu pecado para que Dios pudiera perdonarte de manera justa. Romanos 5:8 dice, «Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.» ¿Lo crees?
C— Confiesa a Jesús como tu Señor y Salvador. Tu siguiente paso es reconocer abiertamente a Cristo como tu propio Señor y Salvador. Romanos 10:9 dice, «que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.»
Hoy podría ser el momento decisivo para ti. Podría ser el momento para que de aquí a mil años lo recuerdes como el momento en que aceptaste a Jesús como el Señor. Por supuesto, Él siempre será el Señor. La pregunta es, ¿hincarás la rodilla delante de Él. Tu vida misma —ahora y en la eternidad— depende de esto. —JM