Una tarde estaba saboreando unos jugosos mangos con una amiga en la cocina cuando comenzamos a hablar acerca de cómo algunos mangos sabían más dulces que otros.
«¡Un mango puede verse delicioso por fuera pero tiene un sabor ácido!» le comenté a mi amiga.
Ella tiene un árbol de mangos en su jardín. Basándose en su experiencia de primera mano, me dijo: «Si cortamos el mango antes de que esté maduro, sabrá ácido. Si ha estado en el suelo por algún tiempo, se pudre y no se puede comer. A mí me encanta comer los mangos que acaban de caerse del árbol. ¡Son los mejores!»
«Entonces, se trata del tiempo, ¿no es cierto?» respondí.
Muchas cosas en la vida son así. El tiempo correcto es esencial. Podemos hacer lo correcto en el momento equivocado ¡y se vuelve en algo incorrecto!
Sin embargo, vivimos en una sociedad instantánea donde esperar es difícil. Puede que nuestras oraciones suenen algo así, «Señor, dame paciencia, ¡y la quiero ahora!»
Salomón, el autor del libro de sabiduría llamado Eclesiastés, declaró que «Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo» (3:1).
A menudo, nuestro tiempo difiere del tiempo de Dios. Enfrentamos mucha confusión, dolor, y decepción cuando nuestras expectativas no son satisfechas según el programa que hemos fijado y la manera en que queremos hacer las cosas.
Pero Dios nunca llega ni demasiado temprano ni demasiado tarde —Él siempre está a tiempo. «El ha hecho todo apropiado a su tiempo» (3:11).
Tal vez has estado orando por algo por mucho tiempo, pero el Señor parece estar en silencio. Recuerda, Su tiempo es perfecto en todo. Al confiar en Dios desarrollarás paciencia al esperar el tiempo que Él ha seleccionado. —JL