Cuando trabajaba como director juvenil, traté de escribir un curso de capacitación que abarcaba los aspectos esenciales de la salvación, el perdón, la oración, el estudio bíblico, y lo demás. Pensé que era importante comenzar con Dios — quién es, y cómo es. Así que me propuse escribir un capítulo sobre el gran YO SOY.
Fallé.
Cada intento por condensar a Dios parecía tratarlo de manera incompleta. Comencé con conceptos tales como la omnipotencia de Dios (Su poder que lo abarca todo), Su omnisciencia (Su capacidad para saberlo todo), Su omnipresencia (Su capacidad para estar en todo lugar de inmediato), y Su inmutabilidad (Su naturaleza perfecta e inalterable. Éstos eran importantes, pero qué acerca de Su carácter — Su naturaleza amorosa y perdonadora, y sin embargo, Su imponente santidad y Su juicio? Y luego, ¿qué  acerca de la Trinidad — Padre, Hijo, y Espíritu Santo? Mi único capítulo se convirtió en dos, luego en tres . .

Desearía haber dado entonces con el Salmo 62. «Si hay dos cosas que sé acerca de Dios,» dijo el rey David en su cántico, «es que Él es fuerte y amoroso.»
Fuerte y amoroso.
Dios es fuerte:Tan sólo mira este mundo. Con unas cuantas palabras Él creó el universo con la presencia de una explosión perfectamente monitoreada. Con demasiada poca velocidad, el universo había colapsado de vuelta sobre sí misma muy poco tiempo después de la explosión. Con demasiada velocidad, la materia habría cruzado el espacio tan rápido que las galaxias y los sistemas solares no habrían podido formarse.

Dios es amoroso:Él es un Dios que llenó este mundo de color, fragancia, y cachorritos (una añadidura muy amoroso, digo yo); un Dios a quien le preocupa la viuda y el huérfano (Salmos 68:5-6); un Dios que creó un elaborado plan de redención para salvarte a ti y a mi del sistema de castigo que Él mismo implementó (Romanos 3:21-26; 10:4).

Dios es fuerte y amoroso — las dos constantes que necesito recordar más que nada, ya sea que la vida sea fácil o difícil. Tal vez trate de volver a escribir ese capítulo.  —SV