En mayo del 2001, el evangelista inglés J. John habló en Liverpool, Inglaterra sobre uno de los Diez Mandamientos: «No hurtarás.» Uno de los resultados de su predicación de la verdad bíblica fue dramática. Cedric Pulford escribe: «Un hombre que ahora es un párroco, tomó toallas de los campeonatos de tenis de Wimbledon hace años cuando trabajaba allí. Las conservó todos estos años y ahora las ha devuelto». Si verdaderamente escuchamos la Palabra de Dios, viviremos la Palabra de Dios.

En el decimoctavo año del reinado del rey Josías, éste comisionó a Shaphan, Maaseiah, y Joah para que repararan el templo. Estos hombres tomaron dinero que había sido recaudado para el proyecto de reconstrucción y se lo dieron a Hilcías, el sumo sacerdote, para que pudiera a su vez contratar obreros y comprar materiales.

Mientras pagaba parte del dinero del templo, Hilcías encontró una copia de la Ley del Señor. Cuando Safán, el secretario, tomó el rollo y se lo llevó al rey Josías e informó sobre el avance de las obras, Shaphan comenzó a leerle al rey unos cuantos pasajes del texto. Dándose cuenta de la importancia del mensaje, el rey rasgó sus vestiduras (como una expresión de dolor) y emitió una orden a Hilcías y a los demás de que se estudiara todo el texto y que los mandamientos del Señor se entendieran y se obedecieran.

Al igual que Josías, estamos llamados a redescubrir la importancia del mensaje de Dios a nosotros. Cuando hemos quebrado Sus mandamientos y no le hemos sido fieles, debemos desear redescubrir Sus palabras y dejar que éstas penetren nuestro corazón y nos lleven a entender la mente de Dios en todos los asuntos de la vida.

Cuando no seguimos la Palabra de Dios, nuestro corazón debe entristecerse al punto de llegar al dolor piadoso que lleva al arrepentimiento (2 Corintios 7:10).

Mostramos que lamentamos de verdad no seguir los mandamientos de Dios cuando renovamos nuestro compromiso de obedecerlos completamente.  —MW