Cuando estaba saliendo con la mujer que finalmente se convirtió en mi esposa, yo vivía a varios estados de distancia de ella. En ese entonces era guardia nocturno en una comunidad enrejada y tenía muchísimo tiempo para elaborar una correspondencia creativa con muestras de mi afecto. A través del sistema postal le enviaba recortes de ilustraciones de revistas con palabras de expresiones de cariño escritas a mano.
El medio de comunicación más costoso era el menos frecuente: la llamada telefónica. Uno de mis recuerdos más queridos es de cuando le envié a Janet un gran ramo de flores por el Día de San Valentín. En el mensaje que me dejó en la contestadora, ella tartamudeó y balbuceó en respuesta a la fragante sorpresa. Su reacción me hizo sonreír.
Sin embargo, después de un tiempo, la comunicación a larga distancia se hizo menos que satisfactoria. Las cartas no eran suficiente. Un día salvamos la distancia que nos separaba y pudimos estar el uno ante el otro como marido y mujer.
En la historia bíblica, Dios ha sido el Autor Supremo de las cartas de amor. Durante siglos envió mensajes al pueblo que adoraba. Vino a Abram para conferirle su gracia soberana (Génesis 12:1-3). Desde el monte Sinaí envió a Moisés con una carta escrita en piedra acerca de la manera en que cada uno había de amar a su prójimo (Éxodo 20:1-26). Milagros generosos como el maná y las codornices en el desierto fueron muestras de su afecto (Éxodo 16:1-36). Pero luego de siglos de enviar mensajes, llegó un momento en que esto no fue suficiente. Dios quería estar con sus seres amados en persona. Así que se hizo hombre en la persona de Jesucristo y vino a vivir entre nosotros (Juan 1:14).
La visita de Jesús en persona fue breve… tan sólo 33 años. Pero el milagro de su aparición personal y lo que eso significaba ha sido captado en la carta de amor del Nuevo Testamento. La Palabra inspirada de Dios es todo lo que necesitamos para tener comunión con Él en esta vida y como preparación para estar unidos con Él por la eternidad, en el banquete de las bodas del Cordero (2 Timoteo 3:16; Apocalipsis 19:9).
¿Por qué no leer las cartas de amor de Dios hoy? —DF