Amedida que los meses avanzaban lentamente y seguíamos raspeando y pintando, limpiando, arrancando y reemplazando todo lo que estuviera a la vista en nuestra casa nueva, mi hija finalmente dijo con un toque de exasperación: «Dime de nuevo por qué querías esta casa.»
Luego de vivir en la misma casa durante 27 años, decidimos mudarnos. Pero la casa que compramos estaba, como a mí me gusta decirlo, cansada. Tenía 22 años de usada y rota, y necesitaba que la refrescaran. Los grifos estaban desgastados. Las alfombras necesitaban ser reemplazadas. Las paredes necesitaban renovarse. Las luces anticuadas y otros implementos del mobiliario tenían que ser dados de baja. La casa simplemente estaba cansada.

Así que dedicamos incontables horas para hacerla volver a su estado original… o incluso mejor. Con todo lo cansada que pudiera haber estado, sabíamos que su ubicación, sus características y su distribución la hacían un lugar especial para vivir una vez que hubiésemos terminado con las reformas. Y ahora que habíamos terminado la tarea, la casa había surgido fresca y habitable.

Desde el punto de vista espiritual, podemos llegar a ser un poquito como nuestra nueva casa familiar. Podemos llegar a estar cansados. Podemos tener capas de cosas viejas que cubren nuestra vida y necesitar una buena labor de raspado. Tal vez seguimos tratando de vivir con los compromisos espirituales que hicimos en 1996 y no los hemos renovado desde entonces. Tal vez hayamos estado tratando de arreglárnoslas con una relación con Dios que en realidad no hemos alimentado ni cultivado en mucho tiempo.

El fundamento para una fuerte relación con Dios está allí, y la edificación se yergue sólida en Jesús. Pero el descuido ha dejado que las cosas se cansen un poquito. Si ese es el caso, busca una renovación. Comienza por remodelar lo que tienes restaurando el antiguo brillo a tu vida de fe.

Puede que tu vida cristiana esté un poquito cansada, pero vale la pena el esfuerzo y el costo de restaurarla para hacerla lucir fresca y nueva otra vez. Desempolva tu Biblia. Renueva tu vida de oración. Pídele a Dios que te renueve (Salmo 51:7-12). Vuelve a familiarizarte con el Padre. Haz que tu vida cristiana se vea tan fresca y vibrante como el día que en confiaste por primera vez en Jesús.  —JDB