Una noche noté cuán lentamente se movía a través del cielo el brillante planeta rojo. Me hizo recordar cómo vemos nuestra vida. En este mundo ocupado y apurado, raras veces tenemos la oportunidad de detenernos y ver con cuánta gracia nos movemos a través del mar del tiempo. En un vistazo, nuestra vida queda congelada, sin aparente dirección ni propósito. Es sólo por medio de la paciente observación que vemos cómo Dios nos ha estado guiando fielmente. Es sólo por medio de la comprensión del amor de Dios que podemos descansar seguros de que Él nos está guiando en un camino perfecto hacia la eternidad con Él.
El salmista declaró: «Porque el SEÑOR es bueno; para siempre es su misericordia, y su fidelidad por todas las generaciones» (Salmo 100:5). No tenemos que confiar en una suposición de que Dios estará allí para ayudarnos mañana. Dios ha sido fiel a sus hijos desde el comienzo del tiempo y nunca ha dejado de cumplir sus promesas. Dios está continuamente cumpliendo su propósito para la humanidad en personas como tú y como yo. No hay necesidad de preocuparse por nada cuando ponemos nuestra vida en manos del Padre bueno y amoroso.
¿Y acaso no es típico de Dios que nos muestre su carácter en su creación? Cada noche, las estrellas se mueven a través del cielo por caminos inalterables. El sol se eleva y se pone sin perderse un compás. El universo refleja el cuidadoso diseño de Dios. Si Él muestra fidelidad con cosas que no están vivas, ¡cuánto más será fiel con aquellos que lo aman!
Mientras desaparecía de mi vista a través de la ventana, el planeta rojo reafirmó la fidelidad de su vuelo a través del cielo nocturno. ¡Qué triste sería si yo no tuviera conocimiento de su retorno mañana por la noche!
Pero tengo el conocimiento de su fiel trayectoria; la he observado con mis propios ojos. También he visto a Dios llevarme paso a paso por mi viaje personal.
Podemos depender de la fidelidad de Dios a lo largo de toda nuestra vida. —Michael Chen, California Escrito por un amigo lector de Nuestro Andar Diario