Luciano de Samosata fue un intelectual griego que vivió en el siglo II. Al observar a la comunidad cristiana se burló de los seguidores de Jesús.
Jennifer Hecht incluyó este extracto de lo que él escribió acerca de ellos en su libro Doubt—A History[Duda: Una Historia): «Estos pobres ilusos… se han convencido a sí mismos de que… vivirán para siempre, lo cual explica… su disposición al autosacrificio, tan común entre ellos. Se les inculcó [a] … negar a los dioses de Grecia, adorar al sabio crucificado y vivir según sus leyes [como] hermanos.»
Ya sea que se trate de nuestro celo por el ministerio, de nuestra emoción por la comunión en la iglesia, o de la explicación de cómo llegamos a Jesús, parece que los incrédulos nos interpretan mal.
En algunas maneras, ellos están «espiritualmente ciegos». La razón de esto es que el Espíritu Santo no vive en ellos. «Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque se disciernen espiritualmente» (1 Corintios 2:14).
Debido a que los incrédulos no han experimentado la limpieza y el gozo que viene del Espíritu Santo, ¿cómo pueden considerar a Jesús algo valioso? Aunque algunos que no son cristianos son amables y tolerantes de nuestro caminar, todavía no lo entienden. Literalmente es algo que está «por encima de ellos».
El Bible Knowledge Commentary[Comentario del Conocimiento Bíblico] lo explica bien: «La crítica impenitente a la Palabra de Dios es como la crítica sorda a Bach o la crítica ciega a Rafael.» En el mejor de los casos son tolerantes, pero no entienden, y en el peor de los casos consideran que nuestra fe es una gran tontería.
Pero hay una buena noticia en este dilema de la mala interpretación. El escéptico de hoy puede convertirse en el creyente de mañana. Saulo de Tarso se opuso amargamente a los creyentes en Jesús, y terminó siendo transformado en apóstol. C. S. Lewis se mofaba de nuestra fe y más tarde se convirtió en un gran escritor cristiano.
Así que, aunque tal vez tus amigos incrédulos no lo entiendan ahora, todavía pueden llegar a la fe algún día y decir: «Ahora entiendo.» Sigue orando por ellos. —DF