¿Sientes que tus ahorros de efectivo no son suficientes? ¿Acaso tu deseo de tener más quitó paz a tu corazón? He aquí tres puntos a aprender sobre el estar conformes. • Mantén el dinero en su lugar. Es sorprendente el número de veces que la Biblia conecta la insatisfacción con el dinero. Juan el Bautista dijo a los publicanos que dejaran de robarle al público y que estuvieran contentos con su paga (Lucas 3:14). Pablo dijo a Timoteo: «La piedad… es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento… Porque la raíz de todos los males es el amor al dinero» (1 Timoteo 6:5-10).
Necesitamos dinero, pero la vida centrada en el dinero sólo lleva al descontento. Agur oró para no cometer delitos impulsados por el hambre o la impiedad alimentada por la prosperidad (Proverbios 30:7-9). No es una mala oración para nosotros tampoco.
• Valora lo que tienes. No es sólo dinero lo que podemos codiciar. Trabajo como locutor, y cada semana entrevisto a seguidores de Jesús que hacen cosas asombrosas en el reino: el misionero que da testimonio a través de un poderoso movimiento evangelizador en la comunidad de sordos de Estonia; los jóvenes adultos que están dándole al circuito de excursionismo con mochila para alcanzar a los que viajan de aventón; y los que hacen que se libere a los prisioneros, que dan refugio a los que no tienen hogar y que ofrecen su amistad a los rechazados.
Al escuchar historias como estas, a veces siento que me gustaría ser «llamado» a un nuevo ministerio (¡oye!, viajar con mochila alrededor del mundo para Dios… ¿dónde me apunto?). El problema es que cuanto más oigo, tanto más ambiciones tengo. Pero las grandes ambiciones no van acompañadas de una mayor cantidad de tiempo. Y es allí cuando me siento insatisfecho. De manera lenta pero segura, estoy aprendiendo a valorar el trab significativo y las experiencias que tengo.
Ahora aquí viene la razón . . .
• Porque Dios está contigo. Lo primordial del contentamiento es disfrutar la presencia de Dios (Hebreos 13:5-6). El mayor regalo de Dios para nosotros no es la riqueza ni la abundancia, ni siquiera los milagros. Es su Persona. —SV