La semana pasada visité a una mujer de nuestra iglesia que es una constante prisionera del dolor. Los doctores han hecho todo lo que pueden, pero a menos que suceda un milagro del cielo, ella sabe que pronto morirá. Yo suspiraba para encontrar la frase correcta para hacerla sentir restaurada. No tenía ninguna.
En lo profundo de cada uno de nosotros hay un deseo de estar restaurados y de ayudar a los demás a que se sientan restaurados. Santiago nos dio un profundo y práctico conocimiento de cómo puede darse esto. En el capítulo 5 recomendó esta inmediata respuesta al quebrantamiento en nuestro mundo: oración continua para buscar la restauración. Al igual que Pablo en Efesios 6:18, Santiago alentó a los creyentes a orar en todo tiempo y en toda circunstancia. «¿Sufre alguno entre vosotros? Que haga oración» (5:13).
La tribulación es cualquier tipo de sufrimiento o de aflicción en la vida del creyente. Puede hacerte sentir como si la muerte te estuviera estrangulando; como si estuvieras viviendo en la fosa más profunda; como si estuvieras colgado de la última fibra del lazo de la vida; como si estuvieras viviendo en el calabozo interior con las manos y los pies firmemente sujetados al cepo.
La respuesta al quebrantamiento es la oración continua por liberación y fortaleza. Dios puede proveer una liberación sobrenatural y divina. Piensa en Moisés, Daniel, Pedro, Pablo, y Silas.
¿Rescata Dios cuando oramos por liberación? Desearía que la historia siempre terminara así para el seguidor de Jesús. Pero no es así. Algunas veces, el sufrimiento, la tribulación y la aflicción son nuestros compañeros constantes. Dios nos ha prometido su graci para soportar cuando no interviene de manera sobrenatural (2 Corintios 12:7-9). Creo que Dios permite que nos quebrantemos para podernos restaurar por medio de su gracia.
Así que me arrodillé junto a mi amiga de la iglesia y oré a Dios para que interviniera y la liberara de manera sobrenatural. Dios es soberano y sé que Él puede liberarla.
Pero también oré a Dios por su gracia divina para que ella pueda soportar hasta que logre llegar al hogar, el lugar final de nuestra restauración (Apocalipsis 21:3-4). —MW