«¿Cómo sería la vida sin proteínas?» Eso fue lo que preguntó un miembro del Comité para el Premio Nóbel cuando presentó a los ganadores en química en el año 2002. Tres científicos habían descubierto una forma de identificar las proteínas y crear imágenes tridimensionales de ellas.

Yo no soy científica ni sé mucho de proteínas. Pero me imagino que la vida sin ellas sería muy distinta. Las proteínas regulan nuestra presión sanguínea. Descomponen toda la grasa y el azúcar que comemos, e incluso mantienen intacta nuestra piel. Sin proteínas, literalmente nos derrumbaríamos.

Sin duda alguna que la viuda de Lucas 7 creía que su vida se estaba derrumbando. Ya había perdido a su esposo y ahora suúnico hijo había muerto. Fue entonces cuando Jesús llegó y «tuvo compasión de ella» (v.13). Vio que su corazón estaba destrozado, por lo que le ofreció el Suyo propio. La mujer no iba a tener que soportar la vida sin su hijo: Jesús se lo devolvió (v.15).

Puede que hayas sufrido muchas pérdidas en tu vida, y que sea fácil para ti entender la angustia de la mujer. O quizás todavía no hayas perdido nada ni nadie que sea demasiado importante para ti. Imagínate por unos minutos cómo sería tu vida si de repente perdieras tu trabajo, tu mejor amigo, la capacidad de caminar o tu familia. ¡Bastante desconsoladora!

Ahora imagínate la vida sin tu fe, sin Jesús. La fe puede impedir que las presiones de la vida te abrumen. La fe traspasa todas las influencias mundanas que encuentras cada día y te recuerda lo que realmente necesitas. La fe en Jesús te puede ayudar a mantener la entereza cuando todo se derrumba.

Tu fe en Jesús te puede ayudar a soportar el dolor de cualquier pérdida. No hay sustituto para ella. La fe en Él es lo que salva tu alma, sana tu corazón y mueve las montañas que parecen tan abrumadoras. Cuando sufras una pérdida, acude por fe a Jesús. Su corazón te buscará.  —TC