El conde León Tolstoy, un adinerado aristócrata ruso nacido en 1828, pasó por una crisis religiosa que cambió su vida cuanto tenía cuarenta y tantos años. Puesto que no estaba satisfecho con la religión rusa tradicional, descubrió el Sermón del Monte (Mateo 5–7). Comenzó a tratar de vivir a la altura de su mensaje de sencillez, amor y perdón. Regaló la mayor parte de su fortuna, fundó muchas instituciones caritativas, y proclamó el evangelio. Probablemente lo conozcas por su clásica novela La guerra y la paz.
Hacia la última parte de su vida, Tolstoy escribió numerosas historias cortas y parábolas que hablaban de la ventaja de vivir por los principios del Sermón del Monte. Una de ellas, «¿Cuánta tierra necesita un hombre?», cuenta la historia de Pahóm, un campesino que quería ser dueño de una propiedad. «Si tuviera mucha tierra —dijo— no debería temer ni al mismo diablo.»
El diablo oyó el alarde de Pahóm y se encargó de que tuviera oportunidades de obtener más y más tierra. Pero nunca se satisfizo y por eso, en su búsqueda, se mudó a la selva del interior de Rusia. Allí, un jefe local le hizo un desafío enorme. Podía comenzar a caminar en la mañana y poseer toda la tierra alrededor de la cual pudiera hacer un círculo para la puesta de sol.
Salió al amanecer y, llevado por la codicia, trató de hacer un círculo alrededor de un lote enorme de selva. Justo a la puesta de sol, llegó tropezando al punto de partida, exhausto. Cuando alargó la mano para tocar la meta, cayó al suelo. Pahóm estaba muerto. Tolstoy concluyó con estas palabras: «Dos metros desde su cabeza hasta sus talones era toda [la tierra] que necesitaba.»
Cuando estamos obsesionados con adquirir cualquier cosa —desde tierra a autos a ropas de diseñadores— estamos optando por seguir al diablo. Satanás nos ha atrapado. Usará nuestra codicia para destruirnos. Nuestras metas más elevadas deberían ser dar, no recibir. Después de todo, de eso se trata el Sermón del Monte. —DCE