Exámenes finales. No puedo decir que me encantan, pero sí me gusta darlos como profesor más que tomarlos como estudiante. Tal vez sea porque los exámenes finales proporcionan al profesorado una manera de vengarse de aquellos estudiantes que echan a perder nuestras asignaciones de lectura y nuestras charlas. Pero eso no viene al caso.
Todos los semestres, durante los exámenes finales, el debate sigue: ¿ensayos para llevar a casa o exámenes de selección múltiple? Algunos estudiantes prefieren los ensayos porque creen (erróneamente, en mi caso) que son más fáciles de simular.
Para los profesores, los exámenes de ensayo son fáciles de escribir, difíciles de calificar, mientras que los de selección múltiple son lo contrario. Me toma muchísimo tiempo elaborar un buen examen de selección múltiple; a mis estudiantes les toma 10 minutos hacerlo. ¡Eso no es justo!
Nosotros no damos exámenes para demostrar cuánto no saben los estudiantes. Los exámenes finales les dan a ellos la oportunidad de mostrar lo mucho que sísaben. En ese sentido, los exámenes son como una celebración. Bueno, tal vez no. Aun así, los exámenes todavía pueden tener un resultado más positivo.
Lo mismo se puede decir de las batallas espirituales que enfrentamos. Claro, a veces fracasamos. Pero a veces nos mantenemos firmes ante la tensión y nuestro carácter es probado. En esos casos, uno puede percibir el placer de Dios.
NuestroPadre celestial se complace en nuestras acciones. Uno casi lo puede ver aplaudiendo y diciendo a todo el mundo: «¡Ese es mi hijo!»
Luego, la próxima vez que tienes que tomar un importante examen de fe, tienes esperanza. Lo lograste al menos una vez, así que sabes que lo puedes hacer otra vez.
Los exámenes de fe son para llevar a casa; parece que te siguen. Puede que incluyan una selección múltiple si tienes que sopesar las opciones; falso o verdadero en tu respuesta a lo que la Biblia dice; y llenar los espacios en blanco cuando tu respuesta completa la situación para bien o para mal.
Pero deja que Dios sea quien te saque adelante. Una batalla espiritual es el peor lugar para experimentar una prueba de ansiedad. —JC