Las consecuencias desastrosas a largo plazo de los ataques terroristas a suelo estadounidense contienen lecciones. A medida que va disminuyendo poco a poco el impacto repentino de una tragedia grande, puedo ver con más claridad. Cuando miro atrás veo cómo los ataques dieron un pinchazo a una frágil burbuja de seguridad que rodeaba a los Estados Unidos.

El horror me hizo pensar dos veces en la percepción que tenía de mi país y de mí mismo. La seguridad y prosperidad que había disfrutado me habían impedido ver algunas cosas. Ahora que mi percepción ha recibido un golpe, puedo echar un segundo vistazo.

Por favor, no me interpreten mal. No estoy diciendo que los ataques estuvieran justificados. Hubo quienes especularon sobre las motivaciones de Dios al permitir una tragedia como esa. Pero dicha especulación, para ser confiable, requiere una profundidad de perspectiva que no existe de este lado del cielo.

Sin embargo, sí aprendí una lección sobre mí mismo. Yo habíaca caído en una complacencia que ignoraba los problemas del mundo, asumiendo que estaba seguro detrás de una barrera de fortaleza política y prosperidad económica.

Pero los ataques trajeron esos problemas a mi vida, con todas sus horrorosas consecuencias. Me dí cuenta del tipo de mundo en que vivimos y lo impotente que soy para cambiarlo si confío en mi propia fuerza.

La desesperación por nuestra propia debilidad es mucho más saludable que un orgullo mal puesto en nuestra fuerza, sobre todo si nos hace poner nuestra fe en la fortaleza de Dios.

Parte de esa fortaleza es sobrenatural. La Biblia está llena de relatos sobre Dios interviniendo en el curso natural de los acontecimientos, a menudo por el bien de su pueblo. Sin embargo, lo sobrenatural ocurre dentro y fuera. Dios nos puede cambiar tan fácilmente como cambia la historia.

Para los Estados Unidos, el 11 de septiembre reveló debilidades que estaban ocultas detrás del orgullo y la prosperidad (Ezequiel 28:2). Todos tenemos debilidades que Dios revela por medio de pruebas y desafíos. Él revela nuestro orgullo de manera que nos volvamos más humildes y obedientes a su vista.

¿Estás pasando por una experiencia difícil? Reconoce lo que  Dios te está enseñando acerca de tu debilidad, y busca humildemente su fortaleza.  —JC