Un artículo en un periódico describía los esfuerzos de hombres de mediana edad que estaban tratando de encontrar su automóvil favorito, que una vez poseyeron y amaron, pero que habían perdido. Buscaban en anuncios para automóviles en Internet, llamaban a depósitos de chatarra e incluso contrataban a especialistas que cobran US$ 400 por hora para ayudarlos a buscar un automóvil que una vez simbolizó la juventud de estos hombres. Ellos, de hecho, quieren el vehículo que una vez poseyeron, no otro que simplemente se le parezca.
Algunos dirían que estos esfuerzos son frívolos, un desperdicio de tiempo y dinero. Pero el valor de un automóvil, al igual que muchas cosas, depende de quién lo mire.
En Lucas 15, personas despreciadas por su sociedad vinieron a escuchar a Jesús. Pero algunos líderes religiosos se quejaron: «Este a los pecadores recibe, y con ellos come» (v.2). A fin de declarar cuán valiosos son estos «pecadores» para Dios, Jesús contó tres historias acerca de la oveja perdida (vv.4-7), la moneda perdida (vv.8-10) y el hijo perdido (vv.11-32). Cada parábola registra la angustia de perder, el esfuerzo de buscar y el gozo de encontrar algo de gran valor. En cada historia vemos un cuadro de Dios, el Padre amoroso, que se regocija por cada alma perdida que se salva.
Aun cuando te sientas lejos de Dios hoy, tú eres de gran valor para Él. Él te está buscando.