Un artículo en la revista New York Times relacionaba el aumento de almacenamiento en las computadoras con la disminución de datos en la mente humana. Nuestros ayudantes electrónicos ahora recuerdan números telefónicos, direcciones y otras informaciones que solíamos aprender de memoria. En los colegios, la memorización y la recitación oral están desapareciendo del plan de estudios. Según el Times, nos hemos convertido en «productos de una cultura que no hace valer el desarrollo de las habilidades de la memoria».
Y, sin embargo, como seguidores de Cristo, jamás nos hemos encontrado en mayor necesidad de guardar la Palabra de Dios en nuestros corazones (Salmo 119:9-11). Memorizar las Escrituras es más que un ejercicio mental útil. La meta es saturar nuestras mentes con la verdad de Dios para que nuestras vidas sean conforme a Sus caminos. El salmista escribió: «Enséñame, oh Jehová, el camino de tus estatutos, y lo guardaré hasta el fin […]. Aparta mis ojos, que no vean la vanidad; avívame en tu camino» (Salmo 119:33,37).
¿Por qué no comenzar a memorizar las Escrituras? La constancia y la revisión diaria son elementos clave para el éxito. Y, al igual que el ejercicio físico, esta disciplina espiritual mejora cuando se realiza con un pequeño grupo o con un amigo.
No olvidemos recordar y seguir la sabiduría de la Palabra de Dios que nos da vida.