Sólo una palabra. Eso fue todo lo que se necesitó para cambiar el futuro de un hombre cuyo propósito en la vida era conseguir dinero de cualquier forma posible.
El nombre de aquel hombre era Leví Alphaeusson, y su trabajo era cobrar impuestos a la gente. Mateo, como lo llamaban algunos, conocía todo truco sagaz para obtener por maña dinero de la gente trabajadora. Siempre obtenía lo que el gobierno decía que debía obtener… y luego obtenía más para él. Su vida consistía en conseguir dinero, y luego adquirir las cosas que el dinero podía comprar.
Imagínate lo que pasó por su mente cuando una Persona, que se hacía cada vez más famosa, se acercó a su cabina de cobrar impuestos y dijo una palabra que lo hizo contemplar su futuro. Una palabra hizo a Mateo preguntarse si podía soportar dejar todo aquel dinero, abandonar todos los beneficios de la riqueza mal habida, y renunciara todas sus relaciones con compinches que se sentaban con él en el lado deshonesto de la mesa.
Mateo tomó una decisión inmediata. Obedeció la palabra del Maestro visitante, se levantó de su mesa, lo dejó todo atrás y lo siguió.
Esa palabra todavía se nos ofrece a ti y a mí hoy, y todavía la ofrece la misma Persona.
Así como Jesús se acercó a Mateo y dijo: «Sígueme», nos llama a nosotros para que lo sigamos. Él desea que le hagamos más importante que hacernos ricos y que obtener todas las cosas buenas que acompañan a la riqueza. Quiere que le hagamos Señor de nuestra vida. Leví contestó inmediatamente y se convirtió en un discípulo en quien se podía confiar. Yo me pregunto lo que Dios hará con nosotros cuando decidamos seguirlo como lo hizo Mateo: sin hacer preguntas. —JDB