Pendientes resbaladizas
Muchos sabemos lo que es estar en un techo empinado o sobre alguna otra inclinación resbaladiza de lodo, hielo o grava suelta.
Entonces, cuando alguien usa la metáfora de la «pendiente resbaladiza» para tratar de evitar un paso en falso, aunque sea pequeño, en una dirección peligrosa, entendemos muy bien la advertencia. Sentimos ansiedad por una decisión que, de pronto,…
Ignorar la gracia
En el agitado centro de una de las grandes ciudades de Asia, quedé maravillado ante las intensamente concurridas aceras. Parecía que no quedaba lugar para moverse en medio de la aglomeración humana. Sin embargo, también daba la impresión de que todos iban a la máxima velocidad.
Mirar y aprender
Mientras un árbitro estaba parado detrás de la base durante un partido de softbol femenino, oyó que la madre de una jugadora empezó a cantar: «¡Queremos un nuevo árbitro! ¡Queremos un nuevo árbitro!». Al momento, otros padres se unieron al coro. El árbitro sonrió, se dio vuelta hacia la multitud y gritó: «¡Quiero nuevos padres! ¡Quiero nuevos padres!». La interrupción se terminó.
Seis palabras
El sitio de Internet Smith, una comunidad virtual que «disfruta del gozo de contar historias», invitaba a sus lectores a enviar frases de seis palabras que describieran sus vidas. Miles respondieron con breves biografías que iban desde un simple «Esposa dulce, hijos buenos: soy rico» hasta un angustioso: «Sesenta. Sin perdonar a mis padres».
Ciudad terremoto
En su libro Una grieta en el borde del mundo, Simon Winchester escribe sobre Parkfield, California, un pequeño pueblo con tendencia a los terremotos. Para atraer turistas, el cartel de un hotel dice: «Duerma aquí cuando ocurra». El menú de un restaurante ofrece un bistec de gran tamaño llamado «El grande» y un postre denominado «Réplicas». Pero dejando las bromas de lado, un terremoto de verdad puede ser una experiencia aterradora. Yo lo sé porque estuve en California durante algunos temblores.
Al revés
Si me preguntaras quién soy, te diría que soy seguidor de Cristo. Sin embargo, debo admitir que, a veces, seguirlo es un verdadero desafío. Él me dice que haga cosas como regocijarme cuando me persiguen (Mateo 5:11-12), poner la otra mejilla (vv. 38-39), dar a la persona que quiere quitarme algo (vv. 40-42), amar a mis enemigos, bendecir a quienes me maldicen y hacer bien a los que me odian (vv. 43-44). Esta clase de vida me parece totalmente al revés.
Como un hipócrita
Ray Stedman contó sobre un joven que dejó de asistir a la iglesia donde él era pastor. El muchacho dijo que cuando estaba en el trabajo, a veces se descontrolaba y trataba mal a sus compañeros. Entonces, cuando llegaba el domingo, no quería ir a la iglesia porque se sentía hipócrita.
Basta de luchas
En 2006, Fay Weldon atravesó lo que ella creyó ser una experiencia cercana a la muerte, cuando una reacción alérgica hizo que su corazón se detuviera. Le volvió a contar el episodio a Elizabeth Grice, del Daily Telegraph de Londres. Dijo que una «criatura terrible» trataba de arrastrarla por unas puertas de perlas, mientras los médicos intentaban hacerla volver. Más tarde, agregó: «Si eso era morir, no quiero volver a hacerlo. Es más de lo mismo. Seguir luchando».
Sigue siendo cierto
La Biblioteca Chester Beatty, en Dublín, Irlanda, tiene una amplia colección de fragmentos antiguos de la Biblia, que datan del siglo ii. Una de las muestras es una porción de Hechos 17:16.
Dios está trabajando
Una noche, ya tarde, José y Teresa iban en su auto al hospital para que naciera su segundo hijo, pero sucedió algo inesperado. ¡Ella empezó a dar a luz al bebé! José llamó a emergencias y una operadora pudo guiarlo para que ayudara en el parto. Pero el bebé no respiraba. Entonces, la operadora le indicó cómo hacer respiración artificial, lo cual él tuvo que hacer durante seis minutos cargados de ansiedad. Por fin, el recién nacido tomó aire y se puso a llorar. Más tarde, cuando les preguntaron cómo habían hecho para enfrentar semejante experiencia y permanecer calmos, la operadora respondió: «¡Me alegro de que Dios trabaje a medianoche!».