Creo que el hijo pródigo regresó a casa el domingo pasado… yo estaba allí. Lo vi todo.
No fue exactamente la misma historia que aparece en la Biblia. De hecho, no lo reconocí enseguida. Él ya estaba sentado en el santuario de la iglesia cuando yo llegué, y me senté dos filas detrás de él.
Probablemente tuviera unos 19 ó 20 años de edad. Parecía que no se había peinado esa mañana, pero tal vez siempre lleve el pelo así.
Llevaba puesta una camisa sin mangas que mostraba sus músculos y que estaba ligeramente rota. Se volteaba constantemente, estirando el cuerpo, y su mirada buscaba en la parte trasera de la habitación.
Finalmente vi una ligera sonrisa y un pequeño gesto de saludo. Entonces seguí su mirada hasta un hombre que estaba pasando por mi fila. Me imagino que era su papá.
Los pies del hombre mayor casi tropiezan mientras se movía con vacilación, y luego rápidamente, hacia la fila. El joven se puso de pie. Ambos se miraron fijamente por un momento. Era evidente que el hombre mayor estaba sorprendido de ver al más joven. Mientras avanzaba hacia la parte interior de la fila, de repente echó los brazos alrededor del cuello del otro. No me di cuenta de quién empezó a sollozar primero. Era suave al principio, pero el volumen fue aumentando. Al poco tiempo, los hombros de ambos se estaban moviendo al tiempo que uno abrazaba el cuello del otro. (Yo empecé a buscar algo en mi cartera. Definitivamente estaba entrometiéndome en un momento privado.)
Cuando miré hacia arriba de nuevo se habían dejado de abrazar. Pero todavía estaban de pie. Con las frentes unidas, hablaban en tono bajo pero rápidamente, y los dos rostros estaban enrojecidos y húmedos por las lágrimas. Cuando se sentaron, el hombre mayor puso su brazo alrededor de la silla del hijo. Se pasó todo el culto mirándolo, con los ojos empañados y el rostro lleno de amor.
No hubo cordero engordado [te recomendamos que leas la historia completa en Lucas 15:11-32], pero creo que el hijo pródigo volvió a casa el domingo pasado. Yo estaba allí. Lo vi todo. —CK