La avaricia todavía gobierna. En compañías como Enron y WorldCom, la urgencia de aumentar las ganancias y de inflar los precios de las acciones (y el valor de las opciones de acciones para los funcionarios corporativos) parece haber dominado la integridad individual.

Yo no estoy en posición de juzgar a estas personas ni esos casos. Sé cómo cuadrar mi chequera y preparar mis propios impuestos, pero eso son pececillos comparados con la compleja ballena de la ley sobre la contabilidad.

La manera como respondió el mercado de valores (con descensosque antes sólo se habían visto con paracaídas) y la forma en que los funcionarios legales tomaron medidas, el consenso es: «Wall Street, aquí hay un problema.»

Es tentador decir: «Yo nunca haría una cosa así. La avaricia por dinero o éxito nunca va a dominar mi fe.» Pero debemos tener cuidado con nuestras palabras. Es mejor ser humildes ahora que ser humillados cuando nuestras acciones no sean iguales a nuestras palabras.

Una de las razones por las que el mercado de valores bajó fue que los inversionistas cautelosos temían que todas las compañías estuvieran «arreglando los libros», produciendo resultados positivos por medio de una contabilidad «creativa». Se van a necesitar muchas reformas —acciones, no palabras— para restaurar la confianza.

Lo mismo sucede cuando los cristianos tratan de «arreglar sus libros» y presentar un frente más positivo que la realidad de su fe. ¿El resultado? Los que no son cristianos aplican esa clase de hipocresía a todos los cristianos que conocen. Es verdad que todos hemos pecado, pero el cinismo descarta hasta al más sincero de los cristianos. De la misma forma, se necesitan acciones —no palabras— para restaurar la confianza. Cualquiera puede decir: «Lo siento. Voy a mejorar.» Pero cuando en realidad mejoramos, la gente se da cuenta de que hablamos en serio.

Entonces, ¿cómo están tus libros espirituales? Una auditoría espiritual podría revelar algunas irregularidades en la contabilidad. Pero no tengas miedo de empezar el proceso. La gracia de Dios compensará cualquier déficit espiritual que tengas.  —JC